sábado, 26 de diciembre de 2009

Me declaro un idiota.

Idiota de esos a quienes les pueden probar cientificamente doscientas veinticiete veces que lo que hacen está mal, pero seguirán haciendolo.

Idiota de aquellos que prefieren interpretar ese "mal" como un valor dudoso, decidido subjetivamente por quien prefiere sopesar presurosamente las cosas para apartar de sus vidas aquello que puede romper el fragil y poco amplio equilibrio de lo seguro para considerar como dispensable el atrevimiento, y luego desechar la idea de ese ambiguo y no fiable concepto de mal, para darse un panzazo directo contra el piso de concreto y romperlo para continuar en caida libre.

Idiota de esos que, luego de romperse todos los huesos del cuerpo, seguirán parandose y caminando, con una sonrisa en la cara y una melodia entre las cuerdas vocales.

Considereme un idiota, señor, pero prefiero seguir poniendo en duda mi estado mental antes de ser reconocido como un sabio, de esos que viven enclaustrados, tristemente -pero de manera segura-, en sus nada espaciosas cavernas mentales llenas de vacías riquezas.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Creer (denuevo)

Este texto lo escribí hace... no recuerdo... quizás dos años, o algo así. La cosa es que la verdad, con el tiempo, no deja de ser verdad.

- Si usted sintiera lo que siento yo ahora... Estaria quizás más chalado que yo, y no le miento. Se lo prometo.

- No podría creerle así. ¿Por qué mejor no me lo jura?

- Porque al parecer no tengo nada lo suficientemente valioso por lo cual jurar. Podría poner mi vida como prenda, pero no encontraría correcto hacerlo con algo que ya no me pertenece. Lo mismo pasa con mi corazón. Y no podria jurar por mi madre, pues a ella no le consta ni le incumbe que yo este así de loco. Así que... Bueno, pues, ¿Qué le puedo decir?

- La verdad. Sabe tan bien como yo que es muy poco probable que alguien en estos tiempos esté dispuesto a sacrificar su propio bien por el del otro, si lo que nos importa más aqui somos nosotros mismos, y eso en el nuevo milenio lo sabe cualquiera. Usted me habla de un sentimiento, y uno muy peculiar. Uno que involucra a alguien más. Pues bien, si le conviene tan poco abandonar todo aquello que lleva con usted por alguien que quizas no llegue nunca a apreciar aquella muestra de afecto... Me parece que está tramando algo más al mostrarme esta humildad tan irreal, y a mí simplemente me está viendo como alguien que no está al nivel de sus planes.

- Yo nunca pondría en duda su inteligencia, ni tengo planes, ni mucho menos un nivel más alto que el suyo. Pero aún así creo que no está entendiendo mi punto. Usted ve mi sacrificio como una "muestra", un intento de hacer notar mi actuar para recibir cariño de vuelta. Pues verá, yo no espero nada a cambio, porque el sentimiento del que le hablo es el amor.

- ¿Amor?

- Si, amor. El amor es inexplicable en terminos de su propia esencia. Al amor no se lo trata como una cosa, pues no lo es. Va más ayá, incluso, que nuestro entendimiento.

- No me subestime, pues yo conozco el amor.

- Entonces si lo conoce tan bien, ¿Por qué insiste en que debería esperar algo a cambio por mi amor?

- Porque el amor es mutuo. Si uno no recibe, no tiene por qué dar. Hablamos de conveniencia. ¿Sabe que si algo no conviene, se dice que "no es viable"?

- Sí, lo sé. Sé que cuando se diseña un puente que no soporte la vibración de los autos al pasar, estamos hablando de un proyecto no viable. Pero esto no es un proyecto de ingeniería. No, señor. Verá, el amor del que le hablo es un sentimiento de entrega. Yo la amo, y no porque me de alegrías. La amo porque la amo simplemente, y nada de lo que haga ella podrá jamás enamorarme tanto como el hecho de que sea. De que exista. Porque quiero que esté bien sin explicación. Y no busco explicación, pues no la necesito. Solo sé que moriría por ella, solo porque así me lo dice mi corazón.

- Pero hombre, ¿acaso no se da cuenta de que actuar sin pensar en las consecuencias y sin un motivo puede llevarlo a sufrir?

- Creo que se olvida de dos cosas, señor. La primera es que nosotros no estamos aquí para cuidar nuestro propio bienestar. La segunda es que al hombre lo ha consumido su mente y se ha olvidado de sentir justamente por pensar demasiado. Ademas ya se lo dije: yo moriría por ella solo por saberla viva y feliz. Es su felicidad la que me interesa, no la mía.

- ...Usted está completamente loco.

- ¿No se lo decía yo? Yo no pienso como el resto. No suelo pensar. Solo sentir. Y si eso me lleva a la ruina a la que le temen tanto los de hoy en dia, que así sea. Me iré a la ruina como un loco. Uno que estaba loco porque pensaba distinto que todo el resto, como solo los locos lo hacen.

- Hay una cosa mas que quisiera preguntarle. ¿Por qué está tan seguro de lo que hace?

- No estoy seguro de nada. Eso de estar seguro es una ilusión que nuestra mente le muestra al corazón para calmar los ánimos. Yo vivo en la incertidumbre. Pero no lo confunda con miedo, no. Yo no tengo miedo. Solo tengo este amor encerrado en un corazón que no me pertenece.

- Entonces sí tiene algo de valor: su amor. Pues bien, ¿Por qué no me jura por su amor que esto es verdad?

- Porque primero tendría usted que creer lo que digo para darse cuenta de que siento verdadero amor. Solo entonces mi amor tendría para usted el valor suficiente como para que yo le jurara por él.

- Bien, entonces le creo. ¿Ahora puede jurarme?

- ¿Para qué? Si ya me cree.

martes, 8 de diciembre de 2009

Cotidianez 25

Hoy anduve frustrado.