jueves, 25 de diciembre de 2008

Permanencia

El sol. Las bocanadas de aire tibio. La intermitente brisa. Los colores cambiantes, los lienzos volando a mi alrededor. El torso desnudo, el movimiento constante y la improvisación casi teatral. Aun a medio pulir, eso si. Las sonrisas, las pequeñas caras expectantes. La voz de la inocencia y el saber de la inexperiencia. El don de jugar a ser sabio sin serlo realmente. Los niños tienen algo especial al observar -como una docena de pequeños jueces- la interpretación de uno. Parecen saberlo todo sin darse cuenta. Y la pomposidad de ser adulto nos arranca de cuajo ese maravilloso regalo para convertirlo en una arrogancia fétida que termina por erosionar nuestros sencillos y desinteresados deseos infantiles en polvo de un arenero.

Debo decir que, en efecto, he aprendido a confiar más en la opinion de un niño que juega en la plaza que en la de un adulto absorto en cuentas de ahorro. ¿Es que acaso no se dan cuenta que estos pendejos nacen maduros y se van pudriendo con el pasar de los años? Es algo inexplicable para un ser humano "racional" que, al cabo de treinta años, ha desarrollado un pavor implacable a la posibilidad de que el tercio más habil de su vida no haya servido de nada.

Es algo inexplicable también para aquellos que piensan que su comportamiento "en sociedad" tiene que adecuarse a la cantidad de arrugas y canas que tenemos en la cabeza, como si realmente la piel suelta hiciera al sabio y al genio. No, pensar así solo convierte al hombre en un ser de épocas, a alguien que no es autoexistente y necesita absorber impresiones ajenas para generar su propia (¿?) vida. Crecer y volverse adulto no es madurar, es añejarse, y lamentablemente hay pocas voluntades lo suficientemente fuertes para darse cuenta de esto y luego mantenerse firmes en su niñez plena. Despues de todo, el alma humana es más fragil que una gota de lluvia. Al final nos vemos obligados por la flojera y cobardía a meternos en un cubiculo y prestarle nuestra alma a una compañía, sin garantias de que nos llegue de vuelta.

La verdad tras todo esto, para mí al menos, es que morirme de viejo va a ser un arrepentimiento horrible; y a sabiendas de que lo que diré podria espantar a una vieja, si yo hubiese muerto a los 5 años hubiese sido la muerte más feliz que un ser humano podria desear.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Sopa

Quiero volar

martes, 9 de diciembre de 2008

Enemigos Intimos

La cercanía entre las circunstancias más contrapuestas puede llegar a alterar cualquier clase de logica. El sinismo de esta para resolver dichos conflictos (siempre hay un intento de dejar cada cabo atado a partes difusas de modo que cada rincon mental este medianamente contento) solo desmoronan aquellos conceptos que, al pensarlos y no "actuarlos" o "activarlos" parecen tan solidos y ciertos.

¿La verdad? No es ninguna. De que yo queria arte y entre a arquitectura. De que sé lo que quiero hacer. El carpe diem. Los platos limpios y la comida sana. Diría que los sentimientos, pero se que estos son verdaderos... la única caída en esto es que jamas queremos aceptarlos. ¿Los sueños? Soñamos todas las noches y dudo que siempre lo mismo.

Me queda más claro cuando salgo de la casa a jugar por las calles a que soy lo que quiero ser: nada definido. Y es que así todos los terminos imaginables se cuelan en algo que sabemos cierto sin necesidad de explicacion, y es cuando sabemos que estamos disfrutando. Más ayá de preocuparse de los diez minutos, cinco segundos o tres dias siguientes, conceptos inexistentes que nos atan a sueños impuestos; sueños que nunca quisimos y esperanzas inconexas a nuestros deseos mas intimos.

En momentos así hay que recordar el pasado, porque el pasado siempre tiene ese dejo de haber sido mejor, aunque no nos demos cuenta de que quizas eso es de todo menos cierto. Hay que dejar que la mente hable, pero sin sumergirse en momentos abstractos que nos remueven de nuestra realidad (concepto terriblemente mal utilizado por los Viejos para definir un mundo enfermo, privado de utopías para los locos y lleno de ataduras a la Norma).

¿Algo más que decir?

A la salida de la esfera de "pensar", cuando salgas a la Realidad, no te olvides que estás viviendo tu vida, no la que alguien quiere que vivas.






Estimado cliente: si usted anda buscando mascaras finas, mascaras duras, mascaras simples, mascaras complejas, mascaras de oso, de perro o de gato, mascaras de Hitler, de Gahndi o de Roosevelt, máscaras felices, preocupadas o tristes, máscaras de sabio, de sonzo o de rudo, máscaras buenas, malas o simplemente máscaras baratas, no pierda su tiempo. Use su cara.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

En caso de emergencia, rompa el vidrio.

En cada recondito espacio colado dentro de los conceptos que tratamos infinitas veces de descifrar dia a dia dentro de los varios niveles que componen nuestro ser, siempre hay uno que, al menos dentro de mi propio mesón, cobra importancia absoluta. ¿Que tan cierto es lo que creemos cierto? Se ve todo afectado por infinitas variables que se turnan, se trastornan, se transforman y se intercambian periódicamente. Esas infinitas señales entran por infinitas cavidades, receptores y perceptores y permutan, cambian, se retuercen y se pintan. Luego esas deformaciones (o malformaciones) golpean la puerta de nuestro entendimiento, el cual se encarga de sumar y restar, multiplicar y dividir, factorizar y racionalizar, derivar e integrar.

Luego de todo este proceso, quien haya edificado el sistema por el que se rige la vida pretende que yo cuele y entienda señales de aquel o del otro tipo. Francamente es un estado de emergencia, por no decir pánico. Una carrera contra un tiempo incierto (nunca se si avanza, retrocede, se salta pasos o simplemente se detiene) que no me deja un instante siquiera para sentarme a hacerme alguna pregunta sobre el significado de aquello que trato de resolver.

Nadie nunca nos da nada por escrito ni hay nunca que dar nada por sentado, y menos cuando se trata de alguien mas. Solo imaginar el análisis de cada posibilidad me pone mentalmente delante de una señora grande y gorda con un vestido rojo de flores blancas, lentes estrafalarios, halitosis, una pésima actitud y bastantes pruebas en mi banco que he de resolver el día de ayer.

Nah. Definitivamente no soy quien para andarme metiendo dentro del calculo de cada paso. Simplemente, en momentos así, hay que asumir el peso de la carga y seguir con ella. Hay que dejarse llevar por los olores que nos guían hacia algún parte y mover los pies hacia Ahí... aún si "alguien más" ya se esta retirando a nuestra llegada.







No puedo negar, eso si, lo frio que se vuelve el concepto cuando no se sabe de donde acabó, ni menos si comienza en algún punto dentro del espacio. Pero negar una posibilidad, sea cual sea esta, es negar la vida misma.