miércoles, 3 de diciembre de 2008

En caso de emergencia, rompa el vidrio.

En cada recondito espacio colado dentro de los conceptos que tratamos infinitas veces de descifrar dia a dia dentro de los varios niveles que componen nuestro ser, siempre hay uno que, al menos dentro de mi propio mesón, cobra importancia absoluta. ¿Que tan cierto es lo que creemos cierto? Se ve todo afectado por infinitas variables que se turnan, se trastornan, se transforman y se intercambian periódicamente. Esas infinitas señales entran por infinitas cavidades, receptores y perceptores y permutan, cambian, se retuercen y se pintan. Luego esas deformaciones (o malformaciones) golpean la puerta de nuestro entendimiento, el cual se encarga de sumar y restar, multiplicar y dividir, factorizar y racionalizar, derivar e integrar.

Luego de todo este proceso, quien haya edificado el sistema por el que se rige la vida pretende que yo cuele y entienda señales de aquel o del otro tipo. Francamente es un estado de emergencia, por no decir pánico. Una carrera contra un tiempo incierto (nunca se si avanza, retrocede, se salta pasos o simplemente se detiene) que no me deja un instante siquiera para sentarme a hacerme alguna pregunta sobre el significado de aquello que trato de resolver.

Nadie nunca nos da nada por escrito ni hay nunca que dar nada por sentado, y menos cuando se trata de alguien mas. Solo imaginar el análisis de cada posibilidad me pone mentalmente delante de una señora grande y gorda con un vestido rojo de flores blancas, lentes estrafalarios, halitosis, una pésima actitud y bastantes pruebas en mi banco que he de resolver el día de ayer.

Nah. Definitivamente no soy quien para andarme metiendo dentro del calculo de cada paso. Simplemente, en momentos así, hay que asumir el peso de la carga y seguir con ella. Hay que dejarse llevar por los olores que nos guían hacia algún parte y mover los pies hacia Ahí... aún si "alguien más" ya se esta retirando a nuestra llegada.







No puedo negar, eso si, lo frio que se vuelve el concepto cuando no se sabe de donde acabó, ni menos si comienza en algún punto dentro del espacio. Pero negar una posibilidad, sea cual sea esta, es negar la vida misma.

1 comentario:

Amelia dijo...

Conceptos confusos, queda levitar sobre las situaciones. Todo registra un dejo de rendirse, y no está mal, en la medida que implique pararse de nuevo.
Todo es tan ambigüo como el liviano plumavit.
Nos vemos místicamente piriguino!
=)